jueves, 12 de diciembre de 2013

Al mal tiempo...

Está tronando,
Llega mal tiempo.

La gente viste gris cielo
Y florece corchopán
En las ciudades.
Ya no distingo los olores
Ni la amistad, ni las verdades,
Ni de lejos, ni de cerca
Ni desiertos, ni de oasis.
Andamos desorbitados con tanta valla publicitaria;
¡La gente se muere ciega!
No somos nadie.

Crece fuego de juventud
En la mente de los chavales.
Sabemos que algo va mal,
Nos damos cuenta:
El arte se ha vuelto feo y mediocre,
Color carne.

Carne negra, blanca, rosa,
Muerta y ya podrida
Carne.

Y el pueblo tiene hambre.

Algunos se dieron cuenta;
Al resto de las gentes
Le abochornaron la mente
Con drogas “vitales”.
El "sol" es un puntero láser,
La "verdad" está en la tele,
Los "ríos" son desagües
Y el "mar" un gotéele
De "color" carne.


Todo lo contrario a lo que decían nuestros padres.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La pelleja

Hace ya un tiempo, me curiosea observar
Con loca y continuada vehemencia
La pelleja que me cuelga de la churra
Cuando no la tengo enamorada.
Riega por goteo en mi cabeza
La paranoia histórica del paso
Eterno,
Y despacio,
Del tiempo.

Me fijo
En cómo a la gente disgusta
Encontrarse con pelleja la cara;
Me fijo
En cómo la gente se asusta
Con los arañazos del año que pasa.
Lo ven de mal gusto,
Una mala seña
Que predice lo que el cuervo anuncia.

¡Gente…!
¿Y seguís idolatrando la piel
Aún con lo que os decepciona?
¡Gente…!
¿No sabéis que al principio se estira un poquito y miente…?
¿… que al llegar a vieja se desmonta, se deforma
Y, ya, ni las muletas de Dalí?

¿A qué tan lejos hemos llegado?

¿A amar la pluma que vuela el viento,
La roca que pule el mar,
La flor que derrite el desierto,
La piel que evapora y se va…?

Con el tiempo,
Lo bello
Es pelleja.

Con el tiempo,
Lo “Bueno”
No está.


Empecemos a cambiar.

martes, 12 de noviembre de 2013

La felicidad es un pájaro, atado a mi mano

La felicidad vuela el cielo
Libre, como un pájaro
Atado a mi mano.

A veces estoy triste
Y lo silbo, le llamo,
Y él acude al reclamo.

Cuando estoy muy triste
El gorrioncillo
Baja piando.

No me hace falta tirarle, no,
Tampoco quiero.
No soy su amo.

Lo llevo como anillo
A mi dedo casado.
Pero no soy amo,

Sino el uno del otro;
Dos enamorados.
Lo une a mi mano

Un bordón fino de oro
Que ha roto el humano
De tanto –mal- usarlo.

La felicidad vuela el cielo,
Atada a mi mano.
Esperando el reclamo.

martes, 22 de octubre de 2013

Lunático, Cristal.

Algunas noches imagino que
Nuestra Luna no es
Más que el cabezal de
Un gran clavo enorme que sostiene
Un mundo maravilloso; eterna gloria.

Entonces voy a por estas herramientas
Que guardo en algún bolsillo
De mis pitillos negros,
Me acerco poco a poco con el microscopio
Al horóscopo,
Coloco el alicate
En Orión
Y comienzo a golpear el cristal.
Sale, a consecuencia, un airecillo gracioso
-Del microscopio mercúrico-
Acompañado de un montón de festines y colores y flores coloreadas
Y lápices carioca con orejones de menta poleo y un estallido en el párpado
Y una locura
Tan extremadamente irradiante,
Tan exorbitante,
Que llego a mojar los calzoncillos
Del placer.
Y luego me baja el colocón
Y otra vez necesito darle al cristal.

¡Sólo un poquito!

lunes, 21 de octubre de 2013

Extraño mantra para la mentre

¿Sabes, ese momento,
Cuando, ese momento,
Cuando
Se te repite mucho una cosa o
Una imagen
De letras y una for-
Ma en la
Cabeza
Que se repite
En la cabeza?

…No nos habíamos metido nada,
Estábamos claros
Y concisos.
Pero el chico éste,
El que vino al pronto por aquella calle oscura,
Iba puesto hasta las cejas,
Llevaba la navaja
En una
Mano
Y en la otra
La chulapa de mi compañero
Llevaba
Reñida
Con fuerza.
Tenía la mira desviada,
Llena de seca baba la boca henchida;
Escupía:

-“Sabes, ¿No? ¿Sabes lo que te digo? ¿No? ¿Lo sabes?”

Y no dejaba de apuñalarle
En el costal,
Como a Cristo
El Señor de Triana, el Grandísimo,
Y no dejaba.
Sí, bueno y este,
¿Sabes cómo te digo?
No paraba,
Y después, de mirarme
Con ese deje ácido del drogado
Con ese rojo sangre,
Blanco temple.
Dejó el abrazo muerto,
Lo soltó.
Al suelo;
Sin dejar de mostrarme
Ese loco gesto de serenidad,
Ese mirar
De desentendimiento
Con el que se iba
Por donde venía…

¿Sabes
Ese momento
Que te digo?
Ideas de pronto, y se repiten, ¿No?
Pues se me quedó
En el pensamiento
La imagen
De mi padre
Que me miraba igual,
Diciéndome que “tal y cual”,
Largándose por el pasillo
Y apareciendo
Y largándose
Al pronto.
Sí.

No nos habíamos metido.
No sé;
Miren a ver si respira
Y…

Denme un vaso de agua.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Volveré a ti, Granada.

Montañas pálidas mal depiladas
De hileras de olivo.
Un monte alto en Granada,
Un castillo.
Allí la vi
Corriendo por sus callejuelas
Y dejando migas de pan
Una niñita contenta.

¿Dónde cruzaremos el umbral?
¿Cuándo se fueron las palomas?
¿Me sabrías decir, pequeña?

Me ha drogado un golpe de felicidad,
La fantasía me ciega.

¿Cuándo cruzaremos el umbral?
¿A dónde me llevas?

Pasé la noche borracho entre las piernas
De Granada,
Se me volaron las horas.
No supe que decir en lo alto del monte,
Y el castillo. Yo la vi
Lanzando globos
Que después
Estrellas. Yo la vi
Guiñarme el ojo
Y después
senda...

Volveré a ti,
Granada;
Símbolo del casorio
Con la música.
Volveré a ti,
Granada;
Como forastero
De amor nativo
A las montañas pálidas
Mal depiladas
Con hileras de olivos.

martes, 10 de septiembre de 2013

Son curiosos los movimientos estelares

Son curiosos los movimientos estelares:

¿Qué lógica sigue el Cosmo? ¿Cómo ruge el universo? ¿Cuándo explotan de estrés los grandes cuerpos? ¿Si nos movemos todos, qué hacemos? ¿Si saltamos todos, hacia dónde nos movemos? O por ejemplo, también tiene su aquel la historieta que se trae el Sol con la Luna. No me digan que nunca lo pensaron, el sol es tonto. La mayor de las rutinas que puede existir en todo el mundo y en todas las galaxias es la del sol. Y todo por ser estúpido y cabezón.

A ver, por una parte, Ella tiene sus cosas. Pero es que el Sol la conoce, jolines. Si lo hubiese dicho al principio, que no le gustaba eso, pues no pasaría nada. Bueno, nada; que sería todo distinto para nosotros. Pero eso a ellos, plin. Al principio sí que se querían un montón, e iban haciendo todo el día tontadas por ahí. Tontadas de enamorados. Lo que pasa es que la Luna se pasaba de loca. Le volaba la cabeza al pronto y se le ocurría cada bobada... Demasiadas. Y al principio está bien y es gracioso, pero acaba cansando un poco –como todo-. En realidad, todos los cuerpos celestes son iguales que Ella, sin cabezas. La Luna le hacía muchas perrerías al Sol. Nada del otro universo, algunas bromillas, chistes, chascarrillos y demás. Lo que más molestaba al Sol era que lo humillase delante de todo el mundo –y todos los mundos-. Porque eso le ponía malo. Malo, malo.

¿Ustedes saben que el sol por la noche se pone gigante, no? ¿Saben eso de que se infla? ¿Por qué se creen que se va siempre, más o menos, a la misma hora? A ver, cuando se pone ya la tarde; Cuando se pone el Sol, ¿No se vuelve enorme? ¡Pues sigue creciendo más y más cuando dejamos de verle! Y los que estuvimos lo sabemos, la Luna se burlaba mucho de eso. Y el sol, el pobre, era muy bueno y muy tontón. La Luna le decía: “¡Cabezabuque!” o “¡Tienes más cara que nadie!”. Y tenía mucho arte: Se inventaba todos los días una cosa que decirle. Era tremenda. Y el Sol, el pobre, se ponía tan grande y tan rojo…

En verdad no es del todo la culpa suya, de Ella. El Sol se lo pudo decir hacía mucho tiempo, pero que mucho tiempo: “Mira, Luna, me molesta tal y tal, y me gustaría que dejases de hacer tal y tal…” No es tan difícil, hombre. Pero Él lo fue acumulando dentro de sí, poco a poco, y al final reventó. Como rompen los globos de helio cuando tocan el cielo, cuando los inflan sin cuidado. No se cómo no reventó antes, con lo gordo que se ponía.

Pero francamente el Sol estaba -y está- enamorado de la luna, y cuando se cabreó la siguió queriendo. Solo que es más terco que un mulo. Dijo: “¡Nunca más te vas a burlar de mí aquí!”. Y empezó a salir sólo de día, cuando nadie salía a la calle (que para ellos es, lo que nosotros vemos como, el cielo). Eso es una putada. Pero el problema no fue ese en verdad. La noche que Él dijo eso la Luna se echó a llorar mares, le suplicó, le juró que nunca volvería a decirle nada de eso, le besó hasta en, en, en… ¡Todos lados! Pero él decía que no, que no quería cambiarla, que ella lo hacía por piedad y él decía que eso tendría que haber salido sólo… ¿No es tonto? Pues estaba claro que ella no sabía cuán molesta se le hacía la noche al Sol. Él la decía que saldría por el día solamente y que ella le visitaría cuando quisiese, cuando “le saliese sólo”. Le dio un beso en la boca, un besazo en cada moflete y se fue por donde cada noche venía.

Os aseguro que es mucho más putada para el Sol de lo que creen. De esto hace mucho y, ¿Saben lo que es para el Sol no poder ver a su amada cuando se pone? Porque por las noches la Luna tiene oficio y se gana algunas pelas haciendo tratos con pescadores. Por lo que no puede faltar todos los días e irse con el Sol para siempre; aunque quisiera ¿De qué viviría sino? Sol no trabaja de nada, solo calor. Es por eso, ¿Os habéis fijado en esos días que la Luna no sale cuando anochece justamente? ¿Por qué creen que es? El Sol, que estará malísimo, la habrá ido a buscar nada más ponerse –seguramente-. Muchas veces la retiene hasta que amanece, y aún le quedan fuerzas para poder salir a hacer sus paseos. Rutina de vida diurna.

La Luna también hace por verle adrede, y sale por el día a acompañarle. Eso es tan hermoso, ¿Lo vieron alguna vez? ¿El Sol y la Luna de día tomándose un café con leche o paseando en bici? Eso es hermoso. Esos son los días buenos; en los que pasan cosas buenas que te van cambiando la vida, poco a poco. En esos días, yo creo, el ser humano se da cuenta de lo bonito que es todo, de lo fácil que es la vida. Y hacemos cosas buenas, que harán bien.

Hoy es 12 de Invierno empezado; la Luna ha salido a la calle a buscarlo. Tú y yo hemos quedado. Ellos fueron a un restaurant. Tú y yo nos tomamos una cerveza. Ellos salieron y se quedaron mirando. Tú me acercaste el gesto. El Sol iba a atardecer. Tú estabas ardiendo. Ellos se besaron. Nosotros comenzamos a hacerlo por primera vez en tiempo, en pro de besarnos por mucho más tiempo. Y lo seguiremos haciendo. Los dos:



Luna                                                       y                                                         Sol




Tú                                                          y                                                          Yo.

sábado, 3 de agosto de 2013

Caballo ganador

Hay cosas que tienen que ser,
Que no dejan de intentar ser
Y que, por ende, acaban siendo.

Yo no sé hasta qué punto soy martillo y la música yunque,
Pero hay un bombo que baila en mi mano,
Tres o cuatro cuerdas costillares,
Una pianola,
Un cuarteto con suerte y
Un corazón que lleva ritmo descompasado,
Absurdo,
Quizás inútil
                    o ilusorio;
Pero sujeta con fuerza caballos ganadores.


Si los caballos menguan… jaque mate.

lunes, 22 de julio de 2013

Hacia el sueño

De mis pies nace
Una enorme hilera guía; elefantes de Dalí.
He destrozado en el suelo el huevo de un bicho raro,
A penas lo encontré,
A penas lo he tirado.

Tengo la horrible sensación de parto.
Creo, tener una idea y
A penas lo he tirado.
Tanto rato queriendo estar tanto rato pensando,
Para ahora…

¡Es que no sabéis lo horrible que es dar a luz al llanto!
¡Estoy tan solamente acompañado!

De mis pies nace
Una hilera enorme de guía; acércome a ti.
He destrozado en el suelo ya la paciencia,
No quiero estar más aquí.
Guíenme, condúzcanme el paso.
¿A cuán de lejos te hayas?
A tal de lejos andamos.

De mis pies
Una hilera enorme; elefantes de Dalí.
Más adelante bailan rimas, un tigre bengala,
Un rifle, una granada, una abeja
Rozando con sus alas tu cara.


Me voy a dormir…

martes, 16 de julio de 2013

Fugitivo en la noche

¿A dónde viaja el sueño
Cuando el sueño despierta?

Cuando el sueño se desvela y no consigue dormir
Y oigo sus pasos alejarme la razón,
¿A dónde irá cuando me negra la mente?
¿Cuándo coge algo de pasta
Y viste mi chaqueta
Y usa mi móvil
Y se perfuma con mi fragancia?
¿A dónde viaja?
Se va apurando el paso hipnótico
Con vientos de cigüeña.
Ni si quiera desayuna-cena-; No pierde tiempo.
Se camufla entre la gente somnolienta,
Entre la mente ensoñada;
Se tapa con un sombrero,
Me pisotea la cabeza.
Coge dinero para el taxi y me lo cambia por una nota:
“Te despierto cuando vuelva”

¿A dónde viaja el sueño
Cuando el sueño despierta?
Seguro. A encontrarse contigo.

O a perderse en el intento…

martes, 2 de julio de 2013

El despertar del sol (poemas revisados)

En lo más profundo de un monte;
una casa, una cama, una sonrisa
Y una caricia; una lista de quehaceres,
Una sábana en sangre tintada,
Un grito ronco, varias palabras,
Un desfile, sonatas, un lápiz
Que pensaba en ti,
Un papel, dirigiéndote la mirada;
Una paloma en la puerta, una cerilla
Y siete velas, una imagen en tu cabeza,
Muchas sombras, pocos cuerpos,
Fuego ardiendo en el visillo,
Y el visillo en la ventana tapando
Cuatro piernas, dos cerebros,
Muchas ganas y un suspiro.

“Corred que allá se esconde
Un poeta y una virgen.
Allá, donde el infierno asoma,
Por lo alto del monte.”

martes, 25 de junio de 2013

De un suspiro un huracán; (Explicación poética)

Atraviesa el pecho helado de Normandía
Y recoge semillas que deja caer por Europa
Desde el día en que nació.
Sale de casa muy temprano, y seduce
Al madrugador a quedar en cama.
No quiere que nadie le vea llorar
Y deja sus lágrimas frías en cada hoja de cada planta
Que Dios padre le regaló y que él cuida
Mejor que nadie...
Mejor que nadie le vea llorar;
O se convertirá en huracán de sentimientos
Que azota movibles haciéndolos chocar, avisando su paso,
Creando pesadillas en el encéfalo de los jóvenes
Que, sudoríparos, corren hacia su salvadora mamá.
Nunca tuvo madre, ni nunca la tendrá
Y va buscándola todas las madrugadas,
Hasta que la luna deja de brillar tras el telón.
Mas, si le hace falta, bajará al mediodía,
Lentos y calurosos pies, para seguir buscando.
Andando cabizbajo. Sigue sin encontrar nada y regresa a Siberia,
De donde recuerda haber partido, y pregunta al cabrero de turno
Y, éste, rezuma de alegría y corre al Pueblo para contar la nueva buena.
Resopla el viento y se lo creen Dios. Pero nadie responde.
Entonces se da cuenta de que debe de andar por el Riff, su madre,
Y recorre desiertos
Y escala pendientes
Y rebota en Neptuno, que moquea en su barca,
Y se presenta en plena marcha verde atizando con arena la nuca
De todos los luchadores.
Y justo en el momento de morir,
Cuando ya no le queda un atisbe de esperanza
Ya perdido en un mar de dunas, alguien le toca la espalda,
Alguien empuja su esencia.
-¡Un insignificante suspiro!-
Y entonces, sólo entonces, se da cuenta de que nadie le va a responder
De que nadie, nadie, nadie podrá ser su mamá…


En ese momento es cuando al aire, científicamente, lo llamamos huracán.

jueves, 13 de junio de 2013

La esencia del querer

Para mí, “querer”, en definitiva, es un verbo sin peso;
No tiene fondo.
Solo podría ser siendo con otro. Por ejemplo:

Yo te quiero ver,
Te quiero oír y escuchar decir
Te quiero, oler,
Te quiero hablar,
Te quiero aquí, con mí y me, conmigo,
Te quiero achuchar fuerte
(Que choquen cuerpo y cuerpo),
Te quiero descalza y sin abrigo,
Te quiero agradar y agradecida,
Te quiero ayudar y
Te quiero con locura
Y, con locura, te quiero hacer el amor
Y te quiero hacer el amor,
Te quiero hacer el amor,
Te quiero hacer el amor,
Te quiero hacer el amor,
Te quieroahcer el anmor
Rte quiero ahcer el amor
Te auerto ahcer el maor
Etque irohcaer el maro
Te niqer ocaee le mao
Ate que ota ce maor.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ay mi mente (De un fantasma que me irrita el oído con su cantar apesadumbrado)

¡Cómo envidio mi mente!
porque te hace el amor todo el maldito día,
porque te ve aunque no estés
y te pinta siempre con sonrisa

Estúpida la pobre
que se va en que te acercas, se va con las nubes
cuando el viento las aleja.

¡Y cuando se vuelve! Tonta
y llorona, ¡Ay y cuando llora!
Porque tonta se cree que no la esperas
Y busca el aire corriendo, entre callejuelas
perdida en busca de aliento, ¡La muy tonta!
Que se vuelve loca y que blanca se queda.
Y ahí ya no la envidio tanto, no.
Ay mi pobre mente, cuando imaginas tormentas...

Es tres veces peor que el
Es tres veces peor que el
Es tres veces peor que el
Estrés.

domingo, 12 de mayo de 2013

De uno que creyó entender


Una hormiguita subió por el tallo,
Y se tambaleó jugando con las demás,
Y se tambaleó el tallo; nos tan callados.
El tallo movió otro tallo,
Ese tallo movió su flor,
Su flor movió los pétalos
Y esos pétalos, una abeja,
Que comenzó a flotar.
Nos tan callados.

Zumba más
La abeja
Que nuestros
Labios,
Zumba y nos
Prohíbe escucharnos.
Se acercó
La abeja
A tu boca
-¡Justo la abrías!-
Y tamborileó algo
En uno
De tus
Suspiros;
Y
Tú,
¿Lo dijiste?

La abeja marchó y el ruido sellando tus labios
Y tú y ya no decías y nada y me sonreías y feliz;
Y yo no sabía y qué hacer, ¡Qué tortura! Y, ¿Lo dijiste?
No sé si entendí
Qué lograste entonar,
¡¿Qué cosa?! ¡¿Te calló la abeja?!
Dime, porque se imaginó mi oreja que decías

-silencio de negra-

“Te quiero.”

Me he vuelto loco… ¿Lo dijiste?

domingo, 28 de abril de 2013

Puzzle

Estaba ella sentada en mi
Y yo más adentro suya.
Fue al momento que
Me cayó la idea del cielo, me la sopló el aire; coló la idea entre nosotros y floreció sonrojada:
¡Encajábamos a la perfección!

sábado, 20 de abril de 2013

Lo llaman fuego sin causa; Madrugada Feria


     Noche maravillosa,
me temo que gente que vanaglorie la claridad
que subestiman que tu luz oscura.
¡Con la de cosas bonitas
que en la noche cosemos!
Hazte noche en mí.


     En el cielo se abre fugaz cremallera y
Se chocan sol y luna;
Queda la noche estrellada.
Un vaivén de continuo fuego;
Fuego sin causa.
De la nada.


Yo no sé qué tiene la noche,
Qué la lluvia y qué el alcohol;
Pero estamos a oscuras, mojados y borrachos.

Y qué sé yo…

jueves, 18 de abril de 2013

La oreja de en medio


Hace tiempo un hombre muy codicioso y aventurero se ganó el amor de una bella mujer. Esta mujer era Daniela. Todos los hombres del pueblo perseguían a Daniela, todos querían a Daniela. Daniela era bellísima. Pero el codicioso y codiciado Señor seguía paseando a Daniela como a un trofeo, para así empapar las calles de babas y que las mujeres se escandalizasen (pues la paseaba casi desnuda). Con el tiempo se hizo poderoso, reinó su propio palacete y se casó con la bella Daniela.

En el pueblo vivía un joven que no había amado aún. Siguiendo el consejo de su padre nunca se acercó a palacio y se escondió aquella vez que el Señor paseaba su recompensa. El joven quiso dedicar su vida a las labores del campo. Se llamaba Mateo y era igual de joven que la princesita. El padre de Mateo un día temprano le llamó porque una borrega iba a dar a luz. Pero no tenían donde apoyar los recién nacidos. Corrió pueblo abajo y pueblo arriba en busca de un mantón de lana para acobijar a los cabritillos, pero no encontró más que hiedra verde en el suelo. Corrió de nuevo el niño, esta vez a su casa, y le preguntó a su padre qué podía hacer. El padre muy agitado le respondió: Ve al palacete del Señor y pide prestado una sábana de lana; Ofrécele al Señor dos de los cabritillos que nazcan.

Así hizo el niño. Fue corriendo al palacete, que estaba muy lejos, muy cerca de Londres, y llamó al portón. Cuando el chico explicó el asunto al mensajero del Señor, éste marchó a avisarle y el Señor dio la orden de recibirle. En la gran sala del palacete entró el joven Mateo para ver por primera vez a la bella Daniela. Entrecortadas sus palabras por la dama no entendió el Señor lo que quiso decir y tuvo Mateo que escribir lo que realmente su boca pretendía: “Señor, mi padre me manda para ofrecerle dos cabritillos sanos y recién nacidos a cambio del préstamo de una manta de lana”. El Señor no quería darle nada a cambio de menos, pero le hizo reír el ver al crío tan nervioso ante su trofeo. Alzó la mano todopoderosa e hizo mandar traer la mejor lana de todas las tierras. El Señor quería ver a ese pobre chiquillo nervioso de amor, avergonzarse ante la bellísima Daniela. Irónicamente dijo: “Chico, para coger una buena lana sabes que tienes que pagar mucho más que dinero, ¿Verdad?” El chico solamente pudo afirmar con la cabeza esperando lo peor que se le pudiere ocurrir por semejante osadía (pedir prestado al Señor, sin darle dinero a cambio). Pero el Señor ese día quiso saciar su aburrido corazón con un juego de críos. Hizo rozar con los dedos del mancebo los senos de Daniela, pero el chico se resistía recordando los consejos de su padre. “Chico del demonio, ¿Osas no paliar mi aburrimiento?” Y el chico llorando colocó la mano en uno de los senos de la mujer. Después arrimó fieramente las bocas de los muchachos que se besaron durante tres minutos. En esos minutos Mateo el joven tuvo tiempo de mirar los ojos de Daniela, de rozar con su cuerpo el suyo propio, de oler la fragancia que perfumaba, de sentir el calor del nacimiento, de enamorarse entero de ella. La bella Daniela solo miraba los ojos del joven. No hacía más.

Una vez el Señor consiguió enamorar al chico y se rio lo bastante le dio lo prometido y volvió a sus aposentos a dormir y a seguir admirando su precioso trofeo. El chico cabizbajo volvió a su casa con la manta y ayudó a dar a luz a la borrega. Justo después se puso a llorar más incluso que los cabritillos. El padre no entendía nada, ¡El chico había conseguido gratis la mejor manta del reino y estaba llorando! No podía ser verdad. Cuando el chico pudo calmar sus ojos explicó al padre lo que había sucedido y el padre comenzó a reír y a reír y a reír. No podía parar. Su hijo se había enamorado y estaba llorando de pena; “¡Alegría hijo mío, alegría! Que el amor no mata a nadie”. “Padre, no le entiendo, ¿No quiso usted que ni siquiera me acercara al cuerpo de la mujer?” “Claro hijo mío, para que no te enamoraras de la carne, sino de la tercera oreja”.
El chico se quedó sorprendidísimo mientras el padre seguía riendo, ¿La tercera oreja? Se preguntaba el pobre chiquillo, pero el padre estaba demasiado puesto en su risa. Pasó un día y medio; el chico volvió a preguntar a su padre. Calmado de risa le facilitó la respuesta: “Aquella que solo escucha al que realmente quiere, la oreja que está en medio, aquí, debajo del pecho.” Seguía el pobre sin saber, y se puso a llorar. El uno lloraba y el otro reía.

A la semana siguiente se oyó el grito del Señor por todo el valle. El padre de Mateo se levantó corriendo y despertó a su hijo: “¡Los guardias del Señor vienen a por ti!” Mateo el joven corrió como nunca, pero los guardias le alcanzaron y le apresaron. El padre no paraba de gritarle: “¡La oreja del medio! ¡La oreja del medio!” Y el chico fue llevado a palacio, ante el Señor. “¿Qué le hiciste a mi Daniela? ¡La envenenaste!” La sala estaba cubierta de médicos y de payasos y de juglares y de zapateros y de sastres y de cocineros. Todos venían a ver lujuriosos qué le pasaba a la pobre Daniela. El chico no pudo explicarse lo que pasaba, no comprendía nada, pero sentía algo en el estómago que le hacía vibrar mucho. “¡Ve con ella y cúrala!” Pero el chico seguía sin comprender. Hasta que el Señor se dispuso a hablar: “Hace más de una semana que no me escucha Daniela. Ya no me mira cuando le hablo, ¡Se ha vuelto sorda! ¿Qué le has hecho vil impostor? Yo que te abrí las puertas de mi casas y te regalé la lana de mi mejor borrega ¿Qué has hecho?” El chico seguía sin comprender. “¿Se merece este chico mi respeto?” gritó en la sala el Señor a todo el público presente “¿Merece seguir con vida después de quitarme la mía?” y todos falsamente enfurecidos gritaban injurias y “noes” contra el joven Mateo. Pero el joven Mateo se alzó con valor y gritó cabizbajo, sin mirar los ojos del Señor: “¡Es que no le hablas a la oreja de en medio!” Y todos los presentes se mondaron de la risa y se tiraron al suelo. Pero el chico seguía seguro: “No le habláis donde teníais que hablarle, no sabéis tratar a una mujer”. Y seguían las risas en el salón: “Solo miras el cuerpo del pato, mientras los demás miramos el paté”. La sala quedó calmada y pronto volvieron las risas y burlas contra el joven. Pero el Señor habló y los demás callaron picos. “¿Quieres decir que no la amo como se merece? Enséñame pues”. El chico no dudó ni un solo momento. Se acercó al Señor y le juró que si aguardaba en la sala con todos los súbditos volvería a escuchar la bella Daniela. Pero el Señor siempre desconfiado obligó al joven a permitirle el paso junto a él. El joven Mateo aceptó.

Entró el joven Mateo al cuarto junto al Señor y dos doctores. El Señor se puso inmediatamente a gritar como un loco el nombre de Daniela pero Daniela no hacía caso. Él se acercaba más y más, pero Daniela escuchaba lo mismo. El joven, harto de tanto disparate, hizo callar al personal presente y rogó calma y tranquilidad. Ordenó al Señor y a los curas pegarse a la puerta mientras él se acercaba a la bella moza, ensimismada en el ventanal. El joven Mateo se acercó y la susurró algo al oído. Después le sostuvo el pecho derecho con su mano y le giró la cara. Algo más tarde y, para asombro del Señor, la besó en los morros y saltó con ella el ventanal hacia el prado para huir de ese horrible lugar. Daniela escuchaba perfectamente todo, solo que su oído se había acostumbrado al ruido de los cerdos y no escuchaba ya palabra alguna, sino gemidos y gritos sedientos de cuerpo. Solo una palabra le hizo cambiar el tímpano de registro, ¿A que no saben cuál?

El joven Mateo amó más que nadie a la joven Daniela y se casaron y tuvieron varios hijos. De la belleza de estos hijos fueron considerados padre y madre como dioses y le levantaron un templo y un palacete justo en la otra punta del mundo. Mateo paseaba todas las mañanas con su esposa por su jardín y los pueblerinos de la zona babeaban las zarzas que separaban el pueblo del palacete para que los plebeyos no pudieran pasar. Nunca enseñó a nadie Mateo a su Daniela, nunca jamás y se colmó de su amor sólo él, sin dejar para los demás.

Sabed que la Fortuna no busca al bueno para recompensarlo, sino que juega a ser buscada. Simplemente hace oídos sordos al que la aborrece por materia y se solapa al tacaño que la mece debajo de su piel. Tacaño lo fue más el que al Dinero guardó para contemplarlo día y noche y atardecer que el que malamente lo usó; pues este último al menos utilizó como debiera ser utilizado todo hijo de Satán: De mala gana y con mala forma.

miércoles, 17 de abril de 2013

Manual de Salvajismo


Torso, mano,
Labios, beso,
Converge Venus, del arco es techo,
Piel y maniático, colorida,
Erizo, toque, boca,
Pelo, mira,
Descalzo, sátiro, belleza efímera,
Cara a cara,
Calla; mira

    Como te hago el amor en el cuello,
                                                                                         Como en tu cuerpo se pierde mi mano,
    Como hacemos baile                                                                
                                                                                                            El uno frente del otro, 
    Casi sin rozarnos,                                                                                            
                                                                                                   Como fantasmas que vuelan
    Agarrados, 
                                                                                                                   Por el espacio.

En fin. Un cuerpo y un cuerpo…

¡Tu cuerpo                                             y                                                   mi cuerpo!

Lapizlázuli, dinamita,
Estallido y silencio
A vapor, Bailarina, Jaguar, insecto,
Faro, delta, luz, concierto,
Fresa y nata, batidora,
Chillido, silencio
Chillido…             silencio…             muerdo…           silencio.

Tucuerpoymicuerpo

Beso.
Silencio.

jueves, 11 de abril de 2013

Ensayo del eros y el ágape

No pienso hacer esto mucho. Esto de explicar mi poesía. Porque la poesía no se puede determinar, hay que dejar que salga el inconsciente del lector, que se interprete, dar cabida a la hermenéutica, la praxis del conocimiento interpersonal. Por mucho que se quiera, nunca nos definiremos como realmente somos.

Y bien, este poema lo escribí hace 3 años, creo. Yo mismo no sé qué dice exactamente el poema, si habla un poeta alzado por la gloria, si es que el poeta agacha la cabeza, si la alza, si lo que dice le asusta o le parece malvado... Representa, en definitiva, el nacimiento del nuevo amor sexual en mí. Todo ello que os hablo siempre. Yo soy cristiano de Cristo y me costó replantearme esto, porque tengo que estar pendiente de cuándo el ego quiere establecer reinado en mi mente (que es Imperio de Cristo); En cierto modo, me considero liberado de cualquier atadura social, de cualquier regla prefabricada sin la lógica de Dios. Aquí va como se desenganchó el eros del ágape, cómo triunfó el amor sexual sobre las babas vaticanas que oscurecieron tan sagrado rito. El sexo.


Poema nº96 Eros y Ágape.

No hace ni mil años
Que crezco entre piedras.

No hace ni medio milenio
Que crezco como hiedra
Entre los pulmones del mundo.

No hace ni un siglo
Que mi pálpito llegó
Al corazón de los hombres.

No hace ni cincuenta años
De la derrota de esos pobres
Que pidieron auxilio
Mientras migraban sus cuerpos
A la tierra de los lirios.

No hace ni una década
Que empezó a mancharme
El llanto de los hombres,
El clamor de la arena seca,
De los bosques muertos,
Sonrisas yertas.

No hace ni un lustro
Que reboté por accidente
Entre sus vísceras
Para repartir la alegría
Que me fue heredada.

No hace ni una añada
Que desperdiciaron mi canto
Para pudrirse en el monte
De Cristo y su Calvario.

No hace ni una semana
Que me escondí en tus senos de vida
Para lactar otra nueva
Y renombrar al amor. Y reinventarlo.

No hace ni un día que me fijé
En lo bello de las piedras,
De la hiedra verde,
De las verdes praderas
De lirios, de sus corazones
Desechos por la perversión,
De enganchar un mundo con un beso,
Un cielo por un abrazo,
Del llanto y clamor,
De las risas inocentes
Que forman el eco de mi rutina,
-Y el vaho de mi suerte-
De Jesús y su Calvario,
De los bosques florecidos,
De las hazañas de mi frente…

No hace ni un segundo
En que el amor cumple
Su milenaria muerte
Y deja paso al arrastre
De la humanidad
Que prefirió el cuerpo a la mente.

domingo, 7 de abril de 2013

"Quién es más poderoso, el aire o el fuego? La respuesta la sabes tú"


¿El fuego,
Que quema la vida
Y que arde infernoso,
Y que destruye,
Y que descrea,
Y que prohíbe ser al verde,
Y que tiñe de gris al azul?

¿El fuego,
Que prende bibliotecas,
Que devuelve al olvido el recuerdo,
Que destruye ciudades,
Que descrea ingenios,
Que prohíbe al verde,
Gris en azul?

¿El fuego,
Que quema la vida?
¿O el aire,
Que aviva el fuego?

¿El fuego que quema el aire?
¿El aire que mata al fuego?

Démonos cuenta que somos aire
Y quién nos amarga es fuego.
Ahoguémoslo.

Démonos cuenta de quiénes son fuego para el pueblo.
Llevémosles a la horca.
Dejémosles sin aire.

Ahora;
Ya sabes, ¿Quién es más poderoso?

jueves, 4 de abril de 2013

Sonata del Tonto


Hay una melodía triste
Que me rebota como una ola cabezona.
Repite su letra que soy débil
Y feo y tonto…

La vida se nos escapa
Y la gente no sabe vivir feliz,
-Tú eres tanto…-,
Y
                Yo
                               Tampoco.

Hay una melodía triste
Que me rebota ola cabezona.
Repite su letra que soy débil
Y feo y tonto…

La vida se nos escapa
Y la gente no sabe lo que quiere,
-yo te quiero tanto…-,
Y
Tampoco.

Un simple polvo, nena

Entiéndeme,
No malinterpretes
Ni subestimes la esencia de un polvo
O follar
O hacer el amor.
Porque ese polvo
Es polvo cenizo de ave fénix;
Es la resurrección de un fuego arcaico
En hombres y mujeres,
Indistintamente, indiscriminadamente,
Los unos con los otros y los otros con los unos;
Es fuego de nuestros antepasados,
De la nuestra especie entera;
Es la fuerza de la naturaleza,
La única fuerza que no hace mal sino bien;
Es el superlativo de bien;
Es bienísimo;
Hace del vigor y fuerza un acto amoroso;
-¿Quién hizo eso antes?-
Es polvo de vida, no destrucción,
No se resume a polvo el polvo, no podría ser jamás.
El polvo en sí es polvo,
Volátil con el viento, espirituoso, abstracto, enérgico;
El polvo en sí es polvo
Y no más
Y no menos.

Voy a hacer polvo esta ciudad,
Voy a hacer polvo las dictaduras
Y a derrocar al Rey
Con la fuerza de mi antorcha.
Voy a hacerte el cuerpo polvo,
Polvo de vida,
De sexo,
De amor,
Si me dejas.

Un polvo es un polvo,
¿Por qué no me llamas, nena?

sábado, 30 de marzo de 2013

Solo un ratito más


Oh amor,
Sé egoísta
Y quédate un rato
Descuartiza mi sentido, poco a poco
Maniátame, envenéname lento, hazme sufrir a plazos.

Prefiero ir lento a la muerte
Que morir al acto,

Porque matándome poco a poco
tienes que estar cerca mía;
aquí cerca, donde pueda besarte.
Aquí, cerca, dándome vida
y quitándome sangre.

Arrepiéntete, ven a matarme

lunes, 18 de marzo de 2013

De un "todopoderoso" idiota


Mi cuarto está lleno de magia. Hay un derrame verde por toda la pared, realmente igualado. No me puedo quejar. Nació una mesa debajo de una ventana; Yo la suelo vestir de dos cajones blancos (con tripas y todo), y también le pongo muchas cosas en la cabeza, a modo decorativo. Viven dos hermanos armarios emparedando mi sueño; el uno más alto, el otro más bajo. El sueño es sueño sobre plumas de rapaz; más abajo, unas cuantas tablas inertes, y; más abajo, un mundo oscuro y tenebroso.

De allí dentro, entre los faldones de la cama, sacaban un mito; yo ilusionaba miedoso con él, sin ganas de mirar: Solo ilusionar. Tenía pensado algún monstruo, había visionado un antropomorfo feo y horondo que comía huesos. Era muy iluso yo. Casi siempre escuchaba laborar debajo de la cama, un ruidito continuo, casi placebo; y como la gente decía muchas cosas maravillosas… ¡También quería inventar yo algo! Pero no tan loco como para asustar a mis padres, ni tan nimio como para dejarlo pasar. Creí haber dado rápido en el clavo. El repugnante come-huesos me había fascinado, me pasaba horas dibujándolo. Pero claro, como veía muchas series de dibujitos animados, al final algún resquicio de éstos plagiaba yo. Una nariz gorda, roja, como agrietada, casi le llegaba a tocar la boca. Boca sin apenas dientes. Dientes sin apenas blancos. Ojos bobos y redondos bajo la techada de un bosque colmado de gnomos chiquitines. Vivían en cabañitas y se columpiaban con sus pelos. La cara, en definitiva, deforme en forma; Asquerosa, babosa, repugnante, fétida y llena de sebo, con un color grisáceo que se ensuciaba fácilmente. El cuerpo no lo terminé de dibujar, pero, bueno, me lo imaginaba grande, gordo, tetudo y, siempre, maloliente. No es que fuese un bicho malo, un ser maligno. Más bien era bobo. No controlaba sus actos y, si tenía hambre… ¡Era lo peor! Le daba igual todo.

Un día en la cama, antes de dormir, mientras escuchaba el ruidito, me paré a pensar: “¿Cómo un monstruo tan grande puede vivir debajo de mi cama? Y, si come huesos ¿De dónde es que los sacará? No puede comer gente tan fácilmente sin que los demás nos diésemos cuenta y, si es así: ¿Por qué no me habrá comido ya a mí?” Estas reflexiones me dieron qué pensar en contra de esta existencia ilusoria. No obstante, ¡Seguía escuchando la eterna marcha nocturna de, quien quiera Dios que fuere, el que viviese debajo de mi cama! Un tronar de herramientas y cadenas y metales fríos chocando. Una melodía inquietantemente tranquilizadora; “¿En qué demonios he estado pensando? ¿Por qué no diantres descubro la causa…? ¡Qué miedo!”.

Estaban mis padres y hermanos en casa. No había nada que temer; nunca me había hecho nada esa sonata. No tenía qué temer, sinceramente. Voy a ello, me inclino y destapo la oscuridad sobre la cual reposa mi sueño. Oscuro. Silencio. Vale, necesito una linterna.

Seguían mis padres en casa, no hay nada que temer. No tenía por qué temer, sinceramente. Vuelvo a ello. Linterna en mano, levanto la falda… ¡Está claro que el ruido sale de ese agujero! Es obvio por su fuerza, he girado la cabeza nada más oír, y ahí anda el agujero. Me va a costar mucho mirar bien de cerca ese gordo agujero. Voy a retirar la cama; pero, ¡Alto! La luz apagada mejor, vaya a ser que alguno venga a quitarme el descubrimiento…

Intenté hacer el menor ruido. Deslicé solo una patita de la cama, tornando cabeza y pie conmigo. Al final lo puedo tener. Casi que no hace falta la linterna, en realidad. Con la lunática luz creo que me basta, ¡Qué miedo! Vuelven al suelo mis rodillas y manos, ¿Y eso? Habían poblado las mediaciones del agujero una panda de bichejos diminutos. A su tamaño una rata nos parecería una quimera gigante, un gran dinosaurio voraz. Eran pelusillas, oscuritas y regordotas; aunque muy pequeñas. Se inclinaban entre sí y hablaban, tramaban, cuchicheaban. “¿Qué quieres? ¿A qué vienes?” Habló una chocha voz inquisidora. “¿Qué quieres? ¿A qué vienes? ¡Di!” Reiteraba la misma chocha e inquisidora voz.

Me quedé asombradísimo, ¡Eureka! ¡Grandísimo descubrimiento! ¡Esas pelusillas me hablaban! “Yo soy vuestro vecino de arriba, duermo arriba vuestra.” Dije atónito. “¿Vienes a vivir o a ver?” Me dijo otra pelusilla de idéntica voz; “No, no. Venía para ver un rato.” ¿Cómo iba a vivir yo en ese maltrecho agujero? Ellos al parecer vivían, con otros vecinos, dentro del hueco. Éste suponía el entramado subterráneo de mi parqué. Vivirían por todo mi cuarto. Me dijeron que podía levantar un poquito la zona del agujero, pero que tuviese cuidado. Ellos vigilaban las salidas y entradas del pequeño reino. No se permitía salir de él así como así. Había unas normas que cumplir.

En aquel momento “normas” para mí significaba la voluntad de mi madre. Lo que ella dijese. Supongo que no serían cosas muy distintas. No lo serían realmente. Eran demasiado pequeñas.

Levanté un poquito el suelo. Con mi lúcida vista y la ayuda artificial de mi linterna conseguí ver mejor: ¡Genial! unos pelillos diminutos, muy menuditos; quietos, con los ojos grandes, a pesar de sus menuditos cuerpos. Si para los anteriores una rata fuera quimera enorme, para éstos la rata sería una ciudad pelosa y llena de rabia. Su hogar realmente podría bien ser, sin embargo, una rata. Menos por aquello de lo peloso ni los ojos ni patas, sólo por la rabia. “¡Apaga, apaga, apaga, apaga!” me chillaban al oído las cancerberas del agujero. Que gritos más inoportunos, que insolentes voces chochas e inquisidoras. Ya va, ya la apago. La lunática luz me servirá: “¿No os gusta la luz?”; “¡No!” gritaron al unísono todas ellas, las ocho o diez que habían.

Vuelvo a dirigir mi atención al entramado subterráneo. Para mi asombro, me encuentro con otras pelusillas rondando las tierras del reino. Dirigiendo, observando, obligando el incesante y triste resonar metálico, -¡Que llevaba retumbando todo el rato!-, la monotonía de los “alfileritos”. Estos chocaban sus “cabezas” entre sí, formaban islotes y chocaban; dando a luz una acuarela. Infinidad de colores aguados que hacían ríos entre los entramados subterráneos de mi parqué. Lo hacían individualmente o en bloques (grandes y pequeños). Mientras las pelusillas laboraban a su forma: Miraban, caminaban, cogían los colores y los apachurraban… Otras pelusillas, vestidas de bata y gafas graduadas y más pequeñas, hacían matemática; también supervisadas. Inventaban descubrimientos. Descubrían números y nuevas formas de unirlos. Ellas se encargarían del “plan de salvación”, opuesto a lo que sería el “plan de destrucción” (el resto de las pelusillas). “Salvar” o “destruir”, respectivamente, a los alfileritos.

La primera vez que me contaron estas políticas no las entendí muy bien, me lo tuvieron que repetir por lo menos cinco o seis veces. Fue así: Cuando intenté hablar con los alfileritos ellos callaban. Supuse; porque estarían en horario de trabajo. Esperé un rato, a ver si las pelusillas tocaban el timbre del recreo. Esperé un buen rato. Un muy buen rato. Un ratísimo. Hasta que decidí coger la linterna y usar su luz. Así las pelusillas se irían y, a lo mejor, hablaban los eternos ruidosos del color; nada más lejos de la realidad. Las pelusillas huyeron gruñendo de la luz y pude entablar una conversación con los alfileritos.

Ellos me hablaban igual que trabajaban, formando bloques. Pero no hacían ruidos, ni producían color. Se molestaban en representar en el suelo las letras que les servirían para hablar. Por lo menos tropecientos mil de ésos servirían para hacer una frase tan larga como ésta que lee usted, amigo o amiga. Por lo menos tropecientos mil o más. Me entendían perfectamente y no tardaban mucho en contestar, no muchísimo. Un poco en realidad, pero a mí se me hacía el tiempo ligero. Era bonito ver cómo se ponían todos esos ojos flacos en filas, en formación, en letras.

Estaban asustados, me contaban. Las pelusillas son muy chochas e inquisidoras y gritaban mucho. Son un continuo mandamiento a gritos. Ellos, los alfileritos, trabajan toda la noche para poder producir sarpullidos mágicos, brotes fantasiosos con que hacían un bálsamo las pelusillas de bata y gafas graduadas. Ese bálsamo, me decían, es un milagro. Consigue el bálsamo que los alfileritos no se mueran de una enfermedad muy mala que, de vez en cuando, había por allí: Se te llenaban los huesos de minipelusillas y te morías tosiéndolas; se te ponían los ojos muy pequeños, no veías nada y, bueno, entonces “te podían hacer lo que quisiesen”. Pero el bálsamo, en cambio, hacía que se diluyesen estas pequeñitas hebras malignas, que se escurriesen hasta el suelo sin causar problemas. Era muy molesto tener la enfermedad, contra ello trabajaban toda la noche. Toda la noche trabajando, haciendo el ruidito que yo oía, ¡Pobrecillas! ¡Toda la noche trabajando! Y las pelusillas por ahí, haciendo el tonto. Sin nada que hacer. Solamente creaban, algunas, el bálsamo y vomitaban, otras, las minipelusillas. Plan de salvación, plan de destrucción; respectivamente.

Era muy lento hablar con los alfileritos. Además, hacía ya un rato que sentía un cosquilleo en la nuca y me parece que son las pelusillas intentando conspirar contra mí. Apago la luz de la linterna. Silencio. Oscuro. Ahora no veo nada, quizás por el cambio de luz. Me quedo quieto. Vuelta al rechinar de los metales, al llorar silencioso de los alfileritos que se esconde entre ruidosos cabezazos laborales. Se me empezó a amoldar la vista a la oscuridad, ya veía bien. Aparecieron las pelusillas gordas y las más chicas, con batas y gafas graduadas. Diciendo barbaridades, formando escándalo. Vuelta al rechinar de los metales. En mi oreja: “¡Ya está bien, ya está bien! ¡Fuera, se te acabó el tiempo!”. Las pelusillas en mi oreja, formando escándalo. De modo que volví a tapar el reino que está debajo de mi cama, volvíamos a estar las pelusillas cancerberas, el agujero-entrada y yo.

-¿Por qué nos haces esto? ¡Nos da miedo la luz!- Hablaban al unísono y entre sí.
-¿Y por qué ustedes le hacéis trabajar tan duro a los alfileritos?
-¡Trabajamos por su salud! ¡Los cuidamos!
-¡No! Los estáis matando con esa musiquilla triste y esos colores tan horrendos
-¿No te gustan los colores?-Preguntaron asombradas.
-No cambiéis de tema, ¿Por qué le lanzáis esas minipelusillas?¿Por qué los matáis?
-Pero nosotras los salvamos, trabajamos por su salud. Trabajamos en el bálsamo. Los alfileritos son nuestros amigos, tienen que trabajar para ayudarnos a salvarlos.
-¿Y por qué no dejáis entonces de lanzar minipelusillas que se te agarran a los huesos y te dejan los ojos chicos? ¿Por qué devastáis sus bloques tan ferozmente?
-Ah, bueno. Eso es así. No hay nada que hacer. La ley es la ley.
-Pero…
-Nada, se acabó tu tiempo. A dormir. Tápanos. Se acabó tu tiempo. La política es la política. No la tienes por qué entender. Nos da igual. Trabajamos por su salud, ¿Qué clase de ser eres para que no te gusten los colores?-En mi oreja las pelusillas formando escándalo. Yo estaba cansado. Me fui a dormir. Ya no quiero saber más de esas dichosas voces chochas e inquisidoras. Supongo que no se puede hacer nada.

Y bien, como decía. Mi cuarto está lleno de magia. Entre los hermanos armarios, colgado de la verde pared, vivía un señor en un cuadro. No sabía éste qué hacía allí, tenía la cara descompuesta. Cerca de la ventana hay también…